Escritos de Arasmil Un Ángel Herido

miércoles, noviembre 21, 2007

Dulce consuelo

A mi madre Charo,
que siempre fue mi dulce consuelo.

Cuanto más honda cae la tristeza
en nuestro ser,
mayor será la alegría que
podáis contener
y sentirás que valió la pena.

Llega la noche,
oscura y tenebrosa.
"Cierra los ojos y descansa",
me dice mi madre,
acompañando sus tiernas palabras
con un dulce beso.
De esos que sólo una madre
como ella sabe dar.

Yo,
arrepentida y triste
por el deseo oscuro que tuve ayer
avergonzada dije:
"Si me perdiese de tus ojos,
si me fuese lejos, donde tus brazos
no me alcancen,
si tuviese un largo sueño,
y no despertarse jamás,
¿qué harías Mamá?
¿Qué pensarías?"

Un silencio triste
que me preocupaba
se adueñó de mi habitación
por unos segundos.

Ella es sabia y presintió
mi dolor y
mi vergüenza por no valorar su amor.
Luego de una mirada
de las que solo ella sabe dar,
desde lo profundo,
suave,
se oyó una voz,
dulce pero afligida.
¡Era suya!
Como era suya también
la lágrima que se unió a la mía
al caer
en mi mejilla...

Abrazándome fuerte respondió:
"No lo sé, mi pequeña.
No lo sé.
Solo sé que siempre te amaré.
Solo sé que aunque sea con mi amor
te alcanzaré.
Porque aunque un día
mi cuerpo dejase de sentir,
mi alma aún tu pérdida sentiría,
mi alma llorando te seguría
sin consuelo.
Siempre con su pedacito faltante.
Solo sé
que si existe un dios
se apiadará de mí,
te protegerá más,
te mimará más,
hasta que en mis brazos
te vea otro día
y te diga Gracias
por ser mi pequeña hija..."

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